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Laura, Una mamá que volvió a respirar

Tras meses de citas interminables, trámites y caminos que no llevaban a ningún avance, Laura vivía agotada y con el corazón lleno de preocupación por su hijo. Aunque ya tenía el diagnóstico de TEA, no encontraba terapias gratuitas; apenas conseguía una sesión mensual, sin ver resultados, mientras su niño mostraba cada vez más frustración, llanto y desregulación.
En el colegio la situación tampoco mejoraba: la llamaban casi a diario para que lo recogiera por conductas disruptivas. El cansancio emocional y la preocupación constante la llevaron a un nivel de ansiedad profundo. Con frecuencia repetía: “No sé qué hacer con mi hijo… ¿Qué va a ser de él?”

Fue recién entonces, en medio de ese agotamiento y buscando una última alternativa, que Laura llegó a Illary Sumaq, donde desde el primer momento fue escuchada, contenida y orientada. Su hijo empezó a recibir terapias semanales y personalizadas, y ella encontró espacios de psicoeducación y acompañamiento emocional. Poco a poco, su hijo empezó a mejorar y ella recuperó la esperanza.

Hoy, Laura se siente más fuerte, más informada y más acompañada. Su hijo avanza, y ella ya no vive en la incertidumbre, sino con la tranquilidad de saber que no está sola.

“Estoy aprendiendo, y mi hijo también.”

Su historia nos recuerda que, muchas veces, no solo un niño necesita apoyo, sino también la mamá que lo acompaña, lo sostiene y lucha cada día por él.

Y aquí seguimos, caminando juntos, paso a paso. Porque en Illary Sumaq, cada familia merece un espacio donde volver a respirar.

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Una conexión especial que abrió caminos: El progreso de Mateo

A sus cortos 8 años, la vida escolar y familiar de Mateo estaba profundamente afectada por dificultades emocionales, conductuales y de comunicación. En el colegio pasaba gran parte del tiempo deambulando, saliendo del aula o dibujando solo. No tenía amigos, se frustraba con facilidad y le costaba expresarse; incluso tartamudeaba cuando estaba ansioso. Además, odiaba las matemáticas. En casa,sus padres veían que a Mateo también le costaba seguir las rutinas del día a día; se irritaba con facilidad y evitaba hacer las tareas. Todo eso hacía que la familia se sintiera cada vez más preocupada por su bienestar y por cómo iba a desenvolverse en el futuro.

El día que Mateo llegó por primera vez a Illary Sumaq, conoció a una voluntaria que venía desde Alemania, surgió una conexión especial de inmediato. A Mateo incluso le hacía mucha gracia su nombre. La psicóloga del centro, junto con la voluntaria, diseñaron un plan de intervención personalizado para él, enfocado en la regulación emocional y el desarrollo del lenguaje.

Con el tiempo, Mateo empezó a reconocer mejor cómo se sentía, a comunicarse con mayor claridad, a seguir instrucciones y a participar activamente en las actividades sin alejarse. Su avance fue creciendo paso a paso, mostrando lo mucho que podía lograr con el acompañamiento adecuado.

Además, recibió un apoyo académico por ello, los avances también llegaron al área de matemática: hoy trabaja con material concreto, reconoce decenas y centenas, y resuelve sumas y restas con una sonrisa. Por primera vez, disfruta aprender.

Cinco meses después, Mateo es un niño más tranquilo, comunicativo y seguro. Participa más en clase, se integra con sus compañeros y celebra con orgullo cada logro. Su mamá, acompañada por nuestras terapeutas, también aprendió estrategias que transformaron la dinámica en casa.

En Illary Sumaq seguimos a su lado, celebrando cada paso y agradeciendo a su familia por caminar con nosotros.

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Diego y su madre: Aprendiendo a ver el mundo con otros ojos

Cuando Diego llegó a Illary Sumaq a los 7 años, cargaba con mucha inseguridad. En el colegio, tenía serias dificultades para seguir instrucciones, se frustraba con facilidad y le costaba mucho socializar. Su madre había esperado 14 meses en el sistema público para obtener un diagnóstico de TEA nivel 1, pero no encontró terapias accesibles.

En Illary Sumaq, Diego comenzó a recibir dos terapias semanales con nuestras psicólogas. Luego de cuatro meses, se integró a una terapia grupal donde compartía con otros niños de su misma edad y con características similares.

Esta combinación funcionó como la llave que abrió puertas: Diego comenzó a organizar mejor sus ideas, a regular sus emociones y a comunicarse con mayor seguridad. La mamá también participó en nuestros espacios de acompañamiento, logrando comprender mejor cómo apoyar a su hijo en casa.

El colegio notó rápidamente el cambio: Diego empezó a participar, a pedir ayuda, a tolerar mejor la frustración y hasta acompañó a un compañero nuevo. “Es otro niño”, escribió su profesora.

Hoy, Diego avanza con confianza. Maneja mejor sus emociones, disfruta aprender y llega a Illary Sumaq con la alegría de sentirse en casa.

La madre de Diego resume así su transformación: “Illary Sumaq no solo ayudó a mi hijo. También me ayudó a verlo con otros ojos.”

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